Orden de restricción

No pensó que un término legal pudiera aplicarse a la cotidianidad, ni que sería necesario. Se enteró hasta que lo tuvo tan cerca que sabía que su cuerpo la delataría, los presentes se darían cuenta de que ahí había pasado algo fuerte, y aunque no lo notaran, era suficiente con que ellos dos lo supieran, la respiración se hacía lenta y se alargaba, la sangre se sentía correr a todo lo que daba y las sonrisas solitas se dibujaban.

Nunca antes habían tenido tan claro el significado de la palabra alquimia, ella mucho menos, ella quien tenía certero que él debía mantenerse lejos, allá donde no lo viera, donde no lo oliera ni sintiera, donde no recordara que cuando el quiso estar a su lado no solo por la noche, ella necesitaba tiempo para volver de otro lado por el día, porque no tenía la cabeza en su lugar, no le había regresado.

Ahora eran tan lejanos como lo habían sido antes, tan seguros de que no se pertenecían ni se pertenecerían; siempre lo supieron, pero ahora estaban certeros de que no debían acercarse a más de 10 metros, porque el frío, el agua, los otros, el tiempo, el presente y el futuro dejaban de existir para convertirlos en incendio.

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