No veas Toña

Antonia soltó el jabón en polvo sobresaltadísima al escuchar los disparos en la calle, fueron 4, tan lejos uno del otro que pudo percibir su eco como una réplica. Fuera de casa comúnmente se oían tiros, pero de madrugada, cuando Gustavo podía abrazarla diciéndole: ¡Duérmete mujer, no es cosa nuestra!. Pero Antonia tuvo esa punzante sensación de que esta vez sí era cosa suya, Gustavo había salido hace unos minutos y ella no lo acompañaría a la puerta para despedirlo gracias al alterón de ropa que vomitaba la lavadora.

Horrorizada por la incertidumbre, tomo el celular para marcarle a Tavo
tuuuuuuu ..... tuuuuuuu ...... tuuuuuu
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Después de 20 intentos, Antonia seguía intentando comunicarse con Tavo, insistente y terca como queriendo hacer tiempo para asimilar una temible posibilidad, como pidiendo a Dios que regresara tan solo unos segundos para repetir la escena y pedirle a Tavo que hoy no trabajara el taxi, que se quedara con ella, al fin que lo más urgente ya estaba pagado. 

Un tumulto de timbres de interfón regresó a Antonia a la realidad, sus manos se volvieron frías y sus pies débiles, estaba a punto de llorar de angustia cuando uno de sus hijos le preguntó qué significaba ese alboroto. Así que tomó fuerzas, respiró intensamente y salió a la calle sin zapatos ni suéter,pronunciando un "espérame aquí" apenas perceptible. 

Al abrir la puerta que daba hacia la calle, una vecina con cabeza entubada por una toalla le tapó el paso, "Ay Toña, no veas", pero Antonia, insensible del piso sucio y rugoso continuó explorando el suceso que le cambiaría la vida, su Tavo inerte, triste, desinformado como ella de lo que pudo haber sucedido, rodeado de gente entre cooperativa y morbosa que no sabía si llamar a la ambulancia o a la policía. Alguien bloqueo el shock de Antonia al decir, eso no fue un asalto...

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